Tratamiento de las heridas a través del tiempo - Treatment of wounds through time
Resumen
Resumen
Se hace un recuento de las diferentes técnicas de tratamiento de las heridas.
Abstract
Different ways of treatment of wound.
El ser humano desde tiempos antiguos hasta el presente ha estado expuesto a diferentes traumatismos que generan lesiones y heridas que motivan a aplicar algún método de tratamiento y curación. Así, en sus inicios, esos métodos se utilizaron de una manera empírica y en algunos casos sus resultados fueron aceptados y difundidos en su entorno para posteriores aplicaciones. En esto es importante resaltar la observación de que cuando un animal sufría una herida lo primero que este hacía era pasar la lengua sobre la misma; esto motivó al ser humano a utilizar el agua para inicialmente «limpiar» la herida; posteriormente también se observó que había que estar en reposo, lo que motivó a la introducción de la inmovilización de la parte afectada; más tarde vendría la utilización de diferentes substancias para cubrir la parte lesionada, lo cual evolucionaría de una manera muy significativa a través del tiempo.
Otro aspecto importante de considerar es el de la medicina mágico-religiosa. Esta se inició con la introducción de diferentes conductas y comportamientos basados en patrones culturales y de doctrinas que aún en la actualidad están siendo aplicados en algunos casos en las diferentes comunidades culturales y religiosas, especialmente cuando el caso está generado por un factor desconocido y no se dispone de un mecanismo adecuado de control, para lo cual con alguna frecuencia se han utilizado diferentes ritos con el objetivo de eliminar y alejar los factores desfavorables y convocar a los espíritus buenos. Estos rituales y sus «resultados» generaron la aparición de las figuras de «chamanes», curanderos o médicos sacerdotes.
Por otro lado, el tratamiento de las diferentes heridas y enfermedades se realizó en todas las comunidades y culturas de la antigüedad, pero la descripción documental más antigua que se conoce en la actualidad es la de la civilización egipcia. Así, en la actualidad se dispone de diferentes papiros egipcios, de los cuales el que más descripciones de enfermedades y procedimientos quirúrgicos proporciona es el Papiro de Edwin Smith (imagen 1), denominado así porque fue traducido y difundido por este personaje, quien se caracterizó por su interés en las antigüedades. En efecto, a principios de 1858 se trasladó a Luxor y en 1862 adquirió este documento de parte de un mercader llamado Mustafá Aga, quien lo había fragmentado. Edwin Smith lo armó de nuevo y trató de traducirlo, sin lograrlo. Después de su fallecimiento su hija lo donó a la Sociedad de Historia de Nueva York en el año de 1906. Posteriormente James Henry Breasted, quien se desempeñaba como director del Instituto de Estudios Orientales de la Universidad de Chicago, lo tradujo1.
Este documento fue escrito hacia 1900 a. C. En él se describen detalladas técnicas de curación de heridas y traumatismos. Sin que se consideraran conjuros ni rituales, y por la manera en que está escrito, se considera que es transcripción de enseñanzas de Imothep, con una anterioridad de aproximadamente 1000 años. Dentro de sus múltiples prescripciones se describe «que los bordes de las heridas sean exactamente aproximados, y que el vendaje sea tal que los mantenga de ese modo».
En otro documento, denominado, en reconocimiento a su traductor, Papiro de Ebers, también se encuentra la siguiente descripción en la cual se menciona la utilización de un instrumento de metal, el cual se acercaba al calor hasta estar incandescente con el objetivo de cohibir las hemorragias: «cúralo con un cuchillo y luego quema con fuego para que no sangre demasiado».
En otras civilizaciones y culturas también se ha encontrado una importante y detallada descripción de diferentes enfermedades y heridas, y de estas es importante destacar a uno de los autores épicos más notables de la época: Homero. Este personaje, a pesar de no ser médico, en sus obras La Ilíada y La Odisea describió detallada- mente diferentes enfermedades y heridas y su tratamiento con las prescripciones de la medicina en esa época. En dichos poemas épicos relata curaciones y describe heridas de guerra. Es importante lo escrito en el canto XI de La Ilíada, donde describe lo siguiente: «Néstor conduce a Malaón herido a su tienda para curarlo» y
«Euripilo herido en el muslo por una flecha demanda a Patroclo que le extraiga la punta, le lave la sangre con agua tibia y le aplique aquellos fármacos lenitivos que el Centauro Quirón ha enseñado a Aquiles»2.
En las obras de Homero se encuentran las descripciones de aproximadamente ciento cuarenta y una heridas; resaltando las superficiales y las penetrantes, se relata cómo se realizaron extracciones de cuerpos extraños; de la misma manera, también se describe el modo de disminuir y controlar la pérdida de sangre, lo mismo que la utilización de emplastos o diferentes apósitos, además de la aplicación y el uso de diferentes vendajes.
Escenas de La Ilíada han estado descritas y registradas en diferentes cerámicas griegas.
Durante la guerra de Troya los diferentes guerreros se ayudan y apoyan entre ellos, y es así como está registrada la atención de Aquiles a Patroclo (imagen 2); se socorren mutuamente en el campo de batalla: Aquiles ven- da a Patroclo (cerámica griega, h. 500 a. C.).
Uno de los frescos des- cubiertos en Pompeya representa a Eneas (legendario príncipe troyano, héroe de La Eneida de Virgilio) herido, mientras es curado por el médico Iapis (imagen 3).
La humanidad siguió creciendo, y con ella también los conocimientos, y en el aspecto de la salud uno de los personajes más importantes y significativos fue Hipócrates, quien con sus conocimientos y experiencias ha sido considerado como uno de los precursores más importantes y significativos de la medicina a lo largo de la historia. Una de las obras atribuidas a él es la llamada Corpus Hippocraticum, documento que fue constituido por varios escritos dentro de los cuales es importante destacar el relacionado con procedimientos quirúrgicos donde se resalta el tema de Heridas en la cabeza (De capitis vulneribus; Peri ton en kephale tromaton, L. III) y otro sobre el manejo de las úlceras, el cual contiene indicaciones sobre el manejo de vendajes, conductas e inmovilizaciones, enfatizando la diferencia entre heridas recientes o las causadas con días de anterioridad. Dentro de este documento se describe lo siguiente: «Para las heridas no conviene en absoluto estar de pie, […] si la herida (úlcera) está en la pierna, tampoco estar sentado ni caminar, en cambio son muy convenientes el reposo y la quietud». También es importante destacar otra de sus recomendaciones sobre el aspecto de las heridas: «Las heridas que no están totalmente limpias no quieren cicatrizar aunque les juntes los bordes»; para la limpieza de las mismas se utilizaba aceite, miel, vino, sal, vinagre, entre muchos de los ingredientes disponibles en esa época1. Ahora bien, es importante resaltar que ha sido motivo de discusión si realmente fue Hipócrates el autor de esta obra; lo que se ha comprobado es que a comienzos del siglo III a.
C. los organizadores de la biblioteca de Alejandría comenzaron a reunir, escritos, documentos médicos anónimos procedentes de la comunidad griega, los cuales posteriormente fueron difundidos y cuestionados. Pero es importante anotar que la última recopilación, luego de anteriores ediciones, fue la realizada por Emile Litré, en el año de 1839, titulada Oeuvres complétes d’Hippocrate, donde se compiló la gran mayoría de documentos y la cual hasta el momento sigue siendo difundida3.
En las demás civilizaciones y poblaciones de Europa también se presentaban conflictos y luchas, los cuales generaban múltiples lesiones, y es así como se registró:
«En la cultura de los Germanos las heridas eran valoradas y clasificadas, incluso se sabía de la mayor inocuidad de las causadas por espadas limpias y afiladas sobre las sucias o melladas. Las heridas eran limpiadas, se cortaban trozos de carne, se chupaban y se lavaban. Luego eran aplicados hierbas o ungüentos y se disponía un vendaje. Las hemorragias se cortaban con emplastos de pez hirviente, por taponamiento y compresión o con tela de araña si eran pequeñas» 4.
Otro importante facultativo que contribuyó al progreso de la medicina en esa época fue Galeno de Pérgamo (imagen 4), quien inició su práctica en Roma atendiendo a los gladiadores en el Coliseo Romano, donde adquirió una importante experiencia. En sus obras describe con detalle las inflamaciones y la evolución de las heridas, diferenciándolas entre la supuración y la secreción serosa y clasificándolas en «purulentas», si había secreción de pus, o «icorosas», si la secreción era más clara; posteriormente considera las de «putrefacción», la cual en algunos casos se consideraba mor- tal. Por otra parte, también describe cómo en algunas heridas después de la supuración había una evolución satisfactoria hacia la curación; esto originó un término que permanecería por muchos años, llamado «Pus Loable», el cual sería aplicado por diferentes médicos de la época, con un concepto favorable; sin embargo, dicho término fue cuestionado por el francés Henry de Mondeville, un destacado profesor en las universidades de París y Montpellier, quien enfatizó en el cuidado de las heridas con adecuada limpieza y asepsia, insistiendo en la sutura oportuna de ellas.
Con el progreso de la humanidad en el siglo XV continuaron los conflictos y en ellos aparecieron las heridas por armas de fuego. Uno de los más importantes médicos del momento fue Guy de Chauliac, quien favoreció los principios de Galeno en lo pertinente al denominado «Pus loable»; en efecto, planteó diferentes tratamientos de las heridas, fundamentalmente en lo relacionado con la asepsia, el uso de substancias por parte de charlatanes y curanderos, lo mismo que la limpieza y el cierre precoz de las mismas. Los principios de este médico fueron difundidos y aplicados ampliamente hasta que apareció Jean Da Vigo, cirujano italiano que publicó un libro titulado Práctica Copiosa en el año de 1514 recomendando la utilización de aceite caliente para la cauterización de heridas. Este libro fue estudiado detalladamente por otro cirujano importante de la época llamado Ambroise Paré (imagen 5), quien adquirió experiencia quirúrgica en el Hotel Dieu de París y posteriormente se unió al ejército francés como cirujano de campaña; se dedicaba en la práctica a atender a los soldados en diferentes conflictos y en uno de ellos, luego de atender un gran número de heridos, notó que se había agotado el aceite y no podía cauterizar más heridos, entonces escribió el siguiente relato: «A causa del gran número de heridos, se me acabó el aceite. Quedaban por atender algunos heridos; y, antes que pareciera que no se hacía nada con ellos, les apliqué una loción de yema de huevo, aceite de rosas y trementina. No pude dormir en toda la noche de preocupación, porque semejante cura perturbaba mis pensamientos; temía que al día siguiente pudiera encontrarles muertos o a punto de morir, por el veneno de las heridas, que yo no había contrarrestado con el aceite hirviente. Así pues me levanté temprano para visitar a mis pacientes y, para sorpresa mía, me encontré con que los que había tratado con la loción no solo no habían sufrido ningún dolor grave y habían descansado bien toda la noche, sino que sus heridas no estaban ni siquiera inflamadas. En cambio los otros, los que habían sido quemados con el aceite hirviente, estaban febriles y en agonía; y la carne alrededor de sus heridas estaba hinchada. Y cuando hube experimentado eso mismo varias veces en otros casos, decidí que ni yo ni ningún otro debía nunca volver a cauterizar una herida por arma de fuego»5.
Este hallazgo de Paré cambió totalmente la conducta y el tratamiento de las heridas, comprobando con evidencias la importancia de la asepsia y la inmovilización de las heridas. Con el transcurrir del tiempo y aplicando estos principios el tratamiento de las heridas progresó significativamente, dando lugar a la aplicación de múltiples formas de cubrir la heridas, no solamente con la aplicación de pro- ductos tópicos sino con diferentes productos utilizados para cubrir las heridas.
Se inició la aplicación de diferentes medicamentos tópicos, los cuales contenían sustancias derivadas de vegetales, diversas clases de aceites, aromas y perfumes.
Posteriormente, con el transcurrir del tiempo, se utilizó la vaselina y se elaboraron productos tópicos con ingredientes de antibióticos, enzimas, corticoides, agentes antiinflamatorios y productos que estimulan la proliferación celular y controlan las potenciales infecciones y eventualmente aceleran la cicatrización.
La aplicación de estos productos exigía una adecuada cobertura y es así como se inició el uso de diferentes productos y elementos, los cuales se denominaron de acuerdo con sus ingredientes, tamaños y contenidos, llamándose de múltiples formas (compresas, apósitos, cataplasmas, gasas, vendajes). La aplicación y el uso de estos elementos exigió también el uso de agentes tópicos y técnicas de fijación e inmovilización; al respecto es importante resaltar la contribución de Earle Dickson (imagen 6), quien controlando heridas en los dedos de su esposa, diseñó una cinta adhesiva, la cual con el tiempo y algunas mínimas modificaciones se transformó en lo que hoy en día se conoce como el «esparadrapo», producto este que se utiliza diariamente en todos los países tanto para lesiones pequeñas como para heridas de gran magnitud6. Dentro de las diferentes modificaciones es importante anotar la contribución del farmacéutico alemán Óscar Troplowitz, quien introdujo el esparadrapo autoadhesivo (Leuco- plast), el cual al ser aplicado no generaba ningún tipo de irritación en la piel, ya que en su composición se adicionó óxido de zinc7.
En la actualidad se dispone de una múltiple variedad de productos utilizados tanto para la limpieza y la asepsia como para la cobertura de las heridas: agentes antiinflamatorios, antibióticos, estimulantes de la granulación y desbridantes químicos, además de una importante cantidad de fármacos cuyo objetivo es controlar la calidad y el aspecto de las cicatrices resultantes como consecuencia de los diferentes traumas.
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PDFReferencias
1. Vargas, Alex. El papiro de Edwin Smith y su trascendencia médica y odontológica. Rev Méd Chile. 2012;140:1357-1362.
2. Deluchi, Alberto. Historia de la curación de heridas CACVyL. Vol. 8, nro. 1, mayo 2006. p. 10-29.
3. Laín Entralgo, Pedro. Historia Universal de la Medicina. Tomo II. Salvat; 1972. p. 80.
4. Laín Entralgo, Pedro. Historia Universal de la Medicina. Tomo III. Salvat; 1972. p. 166.
5. Inglis, Brian. Historia de la Medicina. Ed. Grijalbo; 1968. p. 103-104. 6 . https://lemelson.mit.edu/resources/earle-dickson
. 6. https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-18114
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